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cine mexperimental?
Aquí un artículo publicado en la revista letras libres de junio 199, sobre el cien experimental mexicano, llamado por Jesse Lerner como cinemexperimental
El Cine mexperimental
Durante los últimos años los cineastas y académicos Rita González y Jesse Lerner se embarcaron en la ambiciosa tarea de documentar una de las áreas más desconocidas de la cinematografía mexicana, el cine experimental, es decir aquellas obras creadas de manera independiente, al margen de industrias, géneros convencionales y muy especialmente fórmulas probadas. El término cine experimental más que definir una cosa determina un proceso, es más una búsqueda que un resultado y está más relacionado con una actitud que con cualquier corriente artística.
González y Lerner crearon cuatro programas de cintas y videos en los que exploraban el tratamiento que habían dado autores de diferentes generaciones, ideologías y orientaciones creativas a temas como la ciudad, la mexicanidad, la contra cultura, la política radical y el medio fílmico en sí mismo. Aparte de evaluar la riqueza, las vertientes y la diversidad del cine vanguardista mexicano de los últimos 60 años, esta serie tenía por objetivo estudiar los vínculos de la vanguardia mexicana con los autores estadounidenses y europeo, con la industria “oficial”, con la televisión, con las demás disciplinas artísticas y con el público. Para acompañar a estas series, que fueron exhibidas el año pasado en el Museo de Arte Contemporáneo de San Diego y en otras ciudades de la unión americana, los curadores publicaron el libro Cine Mexperimental, 60 años de medios de vanguardia en México, el cual según el mismo Lerner más que pretender ser un texto académico es tan sólo un programa extenso. Tras el éxito de la retrospectiva el museo Guggenheim de Nueva York invitó a Lerner y a González para que ampliaran la muestra y la exhibieran en esta ciudad, en un programa organizado por John Hanhardt, con fondos del Fideicomiso para la cultura México-EE.UU. y el Instituto Cultural Mexicano de Nueva York entre otras instituciones. Los programas se expandieron a diez además de que se incluyeron obras de cineastas extranjeros que filmaron en México, en la búsqueda de su legendario misticismo o de la singularidad de sus paisajes. Entre estos autores se incluye el artista beat Ron Rice (Senseless, 62), Bruce Conner (Looking For Mushrooms, 61-67-95) y Richard Myer (Zócalo, 72) entre otros. Por supuesto que mucho antes que ellos el soviético Sergei Eisenstein ya había recorrido nuestro país equipado con su cámara tratando de llevar a cabo su ambicioso proyecto ¡Qué viva México!, la cual nunca fue terminada. Fragmentos de este trabajo seminal se exhiben aquí bajo el nombre Thunder Over México (33).
La serie trata de describir un recorrido que inicia en la década de los 30 con un fragmento (el filme completo está perdido) de la épica propagandística Humanidad, de Adolfo Best Maugard (33), el nacionalismo exaltado de Redes, de Fred Zinnemann y Emilio Gómez Muriel (33) y por la delirante tragedia en estilo neoexpresionista Dos monjes, de Juan Bustillo Oro (34). A esto siguió un período de vacío en la experimentación, que equivale a los años de lo que se conoce como la “edad de oro” del cine nacional. De esta época se incluye Ensayo de un crimen, de Luis Buñuel (55), una obra inquietante a pesar de haber sido producida dentro de la estructura de la industria fílmica mexicana. El siguiente período de creatividad tiene lugar durante la década de los setenta, con la aparición de un cine comprometido con las luchas ideológicas de su tiempo, del cual el mejor ejemplo sería Comunicados #1 , del Consejo Nacional de Huelga (68). En 1965 se llevó a cabo el Primer concurso de cine experimental, organizado por el Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica con la esperanza de revitalizar su desfalleciente industria. Si bien el evento no tuvo continuidad ni logró inyectar de creatividad ni talento al cine mexicano sí propició la aparición de unas cuantas obras interesantes como En este pueblo no hay ladrones, de Alberto Isaac así como a varios trabajos irreverentes de Juan José Gurrola y a una obra de arte que ocupa un lugar privilegiado en la historia del cine, el fabuloso mediometraje La fórmula secreta, de Rubén Gámez, la cual ganó el primer premio. Hacia finales de los sesenta tuvo lugar el movimiento superochero, el cual estaba muy vinculado a las causas de la izquierda hasta que en 1973 Sergio García publicó el manifiesto Hacia el 4º cine, en el cual aventuraba la aparición de un cine artístico sin pretensiones y político sin panfletarismos, un cine accesible, directo y capaz de despertar consciencias. Hacia finales de los 80, resultaba prácticamente imposible conseguir material de super 8, el medio se volvió arcaico y en 1989 el mismo García celebró el entierro de este formato en un evento de despedida. En su lugar quedó el video, un medio versátil y económico que sería elegido por creadores de diversas generaciones y convicciones estilísticas entre los que destacan aristas como Ximena Cuevas, Silvia Gruner y Roberto López.
Si bien es prácticamente imposible hablar de una continuidad o una tradición en la historia de los medios visuales sí podemos reconocer en esta muestra heterodoxa y extravagante de obras cierta obsesión con la identidad (nacional, sexual y política), así como una ambigüedad ante las influencias culturales extranjeras, como podemos percibir en la apropiación de escenografías expresionistas al estilo del Murnau y Lang en Dos monjes o bien en la influencia de la Nouvelle Vague francesa en el trabajo de Juan José Gurrola.
Aparte de la muestra de cintas y videos que durará hasta el día 28 de julio, el miércoles 30 de junio tuvo lugar en el auditorio del Guggenheim una mesa redonda en la que participaron los curadores, así como Ximena Cuevas y Juan José Gurrola, y que fue moderada por quien esto escribe. Lo más notable de la discusión fueron por supuesto las anécdotas de Gurrola y Cuevas, quienes partiendo de experiencias muy distintas coincidieron que este trabajo es endemoniadamente solitario y que por lo menos en el terreno de las búsqueda de las imágenes en movimiento grupos, corrientes y escuelas no tienen mucho significado. La discusión tuvo un carácter tan delirante y divagante como la selección fílmica misma y quizás cualquier intento por seguir un guión lógico hubiera conducido a la confusión y el caos. El problema esencial, como quedó claro entonces es que al hablar del cine experimental de las últimas seis décadas se habla de un vasto y complejo universo de singularidades, como diría el filósofo, diseñador y cineasta mexicano exilado en Nueva York, Manuel de Landa, de quien se ha incluido un corto The Itch Scratch Itch Cycle (77), y quien es uno de los mejores ejemplos de que la historia de la vanguardia mexicana se ha escrito desde los lugares más inesperados a través de las obras más inusuales. Así mismo al hablar acerca este cine inevitablemente hablamos de su contraparte, el cine comercial establecido, como señaló la asistente de curaduría de cine y medios del Guggenheim, María-Christina Villaseñor, es decir que paradójicamente para reflexionar sobre este cine inasible, indefinible, fluido y etéreo implícitamente pensamos en lo que no es, como si tan sólo pudiéramos afirmarlo en su negación.
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